Quienes conviven con personas con pérdida auditiva saben perfectamente de lo que habla este artículo. Es muy frecuente que quienes la sufren, por miedo, pasotismo o desconocimiento, nieguen sus síntomas. Y lo que hacen para suplir esa carencia de información que reciben por la audición es apoyarse mucho en otros sentidos, especialmente en la vista. Pero esa “trampilla”, puede acarrear una serie de consecuencias no previstas. Porque, no nos engañemos, la pérdida auditiva no se va a quedar en “oír un poco más bajo” (que es lo que igual dicen para quitar hierro al asunto). Es un problema que va en aumento, y la realidad es que se perciben los sonidos distorsionados, tal vez con un ruido ambiental que en realidad no existe, y dificulta seriamente la comprensión de los sonidos o los mensajes.

Pero, es más, conforme aumente la pérdida, también se irá notando el efecto de esa falta de buena audición en el cerebro. Porque dejar de recibir sonidos nítidos, que le obliguen a procesarlos (alguien que habla desde lejos, sonidos ambientales, conversaciones cruzadas o en lugares ruidosos…), hará que ese cerebro envejezca antes. Y eso, como ya sabemos, acaba afectando al bienestar general del individuo.

Jose Maria Oyón, audiólogo y fundador de Centro Navarro de la Audición

¿Por qué engaña la vista?

La vista puede ser un complemento para el oído: Oigo el “miau” de un gato y lo veo. Pero, por ejemplo, el sonido del piar de los pájaros es precioso, pero muchas veces no podemos verlos, al estar escondidos entre las copas de los árboles. ¿Queremos entonces quedarnos sin los pájaros en nuestra vida y nuestros paseos? Está claro que no. Es un ejemplo muy simple. Pero nos sirve para darnos cuenta de que el oído nos aporta muchísima información útil voluntariamente, pero también es esencial todo lo que percibimos involuntariamente y que nos vincula con nuestro día a día. Y también nos demuestra que es importantísimo para poder disfrutar plenamente del mundo que nos rodea y seguir viviendo una vida plena, con nuestras aficiones, vida social y familiar.

Por este motivo, es clave que, ante los primeros síntomas de pérdida auditiva, acudamos a un gabinete audiológico con experiencia contrastada. Uno que nos ofrezca, no sólo una buena atención, sino una garantía de que estarán a nuestro lado para ir haciendo un seguimiento adecuado del tratamiento personalizado que llevemos. Porque tratar la pérdida auditiva no consiste simplemente el colocar un audífono. Es una labor que requiere de una alta especialización y precisión.

En primer lugar, un estudio en profundidad permitirá saber al audioprotesista el alcance del problema y las características de la persona. Con toda esta información, será el momento de elegir qué tipo de audífono es el más adecuado para sus circunstancias, y emplear la tecnología más indicada para personalizar cada dispositivo y lograr el mejor resultado. Y, después, será imprescindible una adecuada adaptación y seguimiento, con revisiones y ajustes periódicos.