A Naruto y Daniel les han bastado ocho días para convertirse en mejores amigos. El primero, un podenco que fue abandonado hace cuatro años cuando tan solo era un cachorro, solo necesitaba a alguien que le tratase con cariño; y al segundo, un preso de la cárcel de Pamplona que a sus 28 años lleva 8 a la sombra, le fue suficiente con compartir el tiempo con alguien que no le juzgaba por las malas decisiones que ha tomado en la vida.

“Naruto me ha ayudado mucho a gestionar mis emociones y a no ponerme nervioso. Cuando me dijeron que lo habían abandonado y que de normal vive dentro de una jaula me sentí muy identificado con él porque yo he estado en aislamiento y sé lo duro que es”, relata el reo.

Daniel lleva en prisión desde los 20 años y saldrá en libertad en nueve meses. Mientras descontaba días del calendario decidió apuntarse a una nueva iniciativa que surgió en el centro penitenciario, el programa Vidas compartidas, un proyecto piloto de intervención asistida con perros para reclusos con diferentes problemáticas de salud mental, que tiene como objetivo la reinserción de las personas presas y la prevención de delitos.

Daniel acaricia a Naruto. Miguel Osés

Han sido dos meses de terapia y ocho sesiones en las que han participado ocho personas reclusas –siete hombres y una mujer–, cuatro voluntarios y cuatro perros, dos pertenecen al equipo de intervención del programa y otros dos están en búsqueda de adopción: Naruto y Tobby.

En cuanto se abre la compuerta que da acceso al campo –o descampado– de fútbol del penal donde se desarrolla la terapia, Daniel se apresura a abrazar a Naruto. “Siempre vengo con la misma ropa para ver si me reconoce y yo creo que después de todos estos días ya sabe quién soy. También le pregunto a ver qué tal la semana y si me ha echado de menos, porque yo a él sí”, comenta durante la visita institucional que este pasado lunes hicieron la consejera de Interior, Función Pública y Justicia, Amparo López, y unos pocos periodistas para conocer este novedoso proyecto.

Terapia bidireccional

“Es bonito estar con un animal después de tanto tiempo”

El lunes fue el último día de terapia de este programa que han llevado a cabo la Dirección General de Justicia del Gobierno de Navarra y la Secretaría General de Instituciones Penitenciarias y que ha sido impartido por las asociaciones Bienescan y Llunia, con la colaboración de Patitas Unidas. La terapia tiene una perspectiva bidireccional: el perro ayuda al recluso y viceversa.

“Por un lado se busca producir un impacto positivo en las personas participantes, que puede observarse a través de la evaluación de aspectos de la personalidad relacionados con la comisión de delitos (impulsividad, autoestima, resistencia a la frustración, entre otros); y por otro, se pretende facilitar la rehabilitación y entrega en adopción de estos animales que han sido abandonados”, explica Jesús Gil Serrano, psicólogo, educador canino y uno de los responsables del programa.

Una reclusa, con uno de los perros de la terapia. Miguel Osés

Otro de los potenciales de la terapia es que los reclusos se ven reflejados en estos perros que han sido abandonados: están solos, obligados a convivir con otros y ambos tienen la misma esperanza: tener una segunda oportunidad en la vida. “Me da mucha pena tener que despedirme de Naruto, le he cogido mucho cariño, pero ojalá que encuentre una buena familia que lo adopte y pueda ser feliz”, asegura Daniel, mientras acaricia la cabeza del can.

A su lado, otro preso juega con Tobby, que ha corrido mejor suerte y acaba de ser adoptado por una familia. “Nos ha gustado mucho este programa, ha sido muy bonito poder estar con un animal después de tanto tiempo. A veces, hasta se agradece más la compañía de un perro que la de un humano entre estas cuatro paredes”, señala el recluso, mientras observa los muros de hormigón coronados con concertinas que rodean la prisión.

Técnicas respetuosas

“El perro no te juzga, no te ve de forma negativa”

Los reos han trabajado técnicas respetuosas con los perros, enseñándoles a obedecer órdenes a cambio de premios y creando un vínculo muy fuerte con el animal. “El perro nunca te ve de forma negativa, no te juzga. Y eso es algo que los usuarios valoran mucho”, apunta Jesús.

El programa se ha desarrollado en la cárcel de Pamplona como proyecto piloto, pero en otras comunidades, como Catalunya, se lleva desarrollando desde hace más de diez años y tanto Jesús –de la asociación Bienescan– como Montse Pérez Huguet –de Llunia– han trabajado con varias entidades en estas terapias en distintos centros penitenciarios.

Un preso da un premio a Tobby por obedecer sus órdenes. Miguel Osés

Está demostrado que el potencial terapéutico es muy grande”, señala Montse, a lo que su compañero añade que “las intervenciones asistidas con animales reportan múltiples beneficios en su aplicación terapéutica. Los animales ofrecen una experiencia única de interacción social, la relación que establecen con las personas han demostrado un gran potencial a la hora de generar espacios de confort y confianza, y supone un elemento motivador”.

Ellos ya lo han visto en otros penales y ahora esperan ver los resultados en Navarra. Para ello, las psicólogas del programa realizaron una evaluación pretratamiento a los reclusos y ahora harán otra una vez finalizada la terapia.

Pero por la respuesta que ofrecen ya los ocho participantes está claro que el programa ha mejorado su bienestar emocional, su gestión de las emociones y ha estimulado sus relaciones interpersonales reduciendo su sensación de aislamiento dentro de la prisión. “El trabajar con animales potencia el autocontrol ante situaciones conflictivas, como pueden ser el consumo de drogas y las conductas violentas e intolerantes”, apunta Jesús.

Balance positivo de Interior

“Vamos a intentar mantenerlo”

La terapia echó la persiana este lunes con la visita de la consejera López, que tras conocer el trabajo realizado en estos dos meses aseguró que el balance es “muy positivo” y avanzó que la idea de su departamento es implantarlo de manera definitiva: “Vamos a intentar mantenerlo”, aseveró durante la visita.

“Ver sus sonrisas, lo bien que lo han acogido y el que puedan manifestar esa emocionalidad con un animal es el mejor premio al esfuerzo que hay detrás de este programa”, apuntó. También ensalzó el compromiso “histórico” de Navarra con los reclusos y su situación: “El esfuerzo en reinserción es muy amplio y clave a nivel social, ya que para tener una sociedad más segura se necesita que quienes hayan cometido un delito no lo vuelvan a hacer”.

Montse Pérez, Amparo López y Jesús Gil, junto a Naruto, durante la visita institucional del pasado lunes. Miguel Osés

El buen sabor de boca con el que han terminado todas las partes apunta a que este convenio de promoción y atención a personas con problemas de salud mental en prisión se renovará para implantar este programa en el centro penitenciario de Pamplona, donde cumplen sus penas, según las últimas estadísticas, 425 reclusos –394 hombres y 31 mujeres– y se estima que uno de cada tres (35%) sufre algún tipo de trastorno mental, con los problemas personales y de convivencia que puede generar dentro de una cárcel.

Por ello, terapias de este tipo suponen un refuerzo muy importante para la reinserción de los presos y, en este caso, también de los perros abandonados. Porque, como Daniel y Naruto, hay personas y animales que merecen una segunda oportunidad.