“La relación entre la obesidad y las emociones es compleja y multifactorial”, afirma la psicóloga Clara Almazán. Está comprobado que las emociones pueden influir en los hábitos alimentarios; y, en concreto, es habitual que algunas personas recurran a la comida como un medio para gestionar el estrés, la ansiedad y algunas emociones (como la tristeza o la soledad).

Esta dinámica, como apunta la psicóloga del ITA Salud Mental de Barcelona, “puede contribuir a un aumento de peso, que, a su vez, en una sociedad que promueve el ideal delgado, puede tener repercusiones negativas en el bienestar emocional de la persona”. En particular, “el estigma que sufren muchas personas con obesidad es un factor estresante importante que conduce, entre otros efectos, al malestar emocional”.

Por ello cree que “es esencial comprender esta compleja interacción para abordar de manera efectiva los aspectos emocionales y conductuales asociados con la obesidad”, tal y como expuso en el XIX Congreso Nacional de la Sociedad Española de Obesidad (SEEDO).

Investigaciones recientes sugieren que, al interiorizar prejuicios sobre el peso, es más probable que las personas experimenten insatisfacción con su cuerpo, lo que aumenta su deseo de cambiar su peso o su cuerpo. Como resultado, este deseo puede incrementar su disposición a adoptar comportamientos no saludables para perder peso, elevando así el riesgo general de desarrollar actitudes y comportamientos alimentarios alterados, como conductas no saludables de control del peso, atracones, restricción alimentaria, o en general, un mayor riesgo de desarrollar trastornos de la conducta alimentaria en personas vulnerables. 

Las personas con sobrepeso suelen sufrir problemas emocionales.

Con el objetivo de romper el círculo vicioso que relaciona estigma obesidad-trastornos alimentarios opina que se requieren cambios tanto a nivel individual como social. “Nuestros resultados apuntan a la urgencia de desarrollar e implementar (tanto en las escuelas como en los medios de comunicación, servicios sanitarios y familias) programas destinados a reducir el estigma asociado al peso y su interiorización”, aconseja esta psicóloga, quien también pone el foco en “transformar la narrativa sobre la obesidad y el sobrepeso”.

Se recomiendan actuaciones a varios niveles. En primer lugar, “hay que superar el enfoque normativo del peso que promueve el ideal delgado como algo saludable y alcanzable para todo el mundo”, indica Almazán. También “hay que cambiar la creencia generalizada de que la obesidad es un problema básicamente de responsabilidad individual, obviando la extraordinaria importancia de los determinantes sociales y biológicos en el desarrollo y mantenimiento de la obesidad”. 

Tabaco y peso

La vinculación entre las emociones, la conducta y el peso también tiene otras connotaciones e implicaciones. El consumo de drogas, en general, obedece a la capacidad humana de modular las emociones y, en este contexto, el tabaquismo, como adicción más generalizada y de amplio uso social, es paradigmático. En este caso, como reconoce Francesc Abella, psicólogo clínico de la Fundación Galatea (en Lleida), se produce una curiosa paradoja: el consumo de tabaco explicaría ciertos aumentos de peso y la relajación de ciertos hábitos saludables; sin embargo, por otra parte, dejar de fumar también se relaciona con un aumento de peso.

Por ello, recomienda “apostar por dejar de fumar incluyendo en el proceso cambios en los hábitos como son una correcta alimentación y el fomento del ejercicio físico, así como formar a los profesionales en nutrición en técnicas de deshabituación del tabaco”.

Entrevista motivacional

Para alcanzar estos objetivos es esencial la motivación, tanto de las personas que viven con obesidad como de los profesionales de la salud que las atienden. “La motivación no es una característica de la personalidad de las personas, es un estado. Los sanitarios debemos de ser capaces de promoverla”, defiende Violeta Moizé, dietista-nutricionista del Hospital Clínic de Barcelona, quien subraya que “la motivación es el motor del cambio y permite una intervención más eficaz en obesidad”.

Como herramienta importante en este ámbito se cuenta con la entrevista motivacional, que no sólo permite estrechar la relación entre paciente y profesional, sino que también hace posible que la intervención se centre en la persona y no en el profesional, y, por lo tanto, es anti-estigma.