Tras más horas de día y de noche de bombardeos contra Rafah, el Ejército de Israel ha ocupado ilegalmente el lado palestino del paso fronterizo entre esta localidad y Egipto, la única vía de salida para los habitantes de Gaza y la única vía de entrada para la ayuda humanitaria que continua bloqueado con cientos de camiones paralizados al otro lado. Hamas ha aceptado la propuesta de alto el fuego de EEUU, Qatar y Egipto, pero Netanyahu sigue adelante con la masacre de los palestinos de Gaza. Más de 34.700 personas han sido asesinadas ya, la gran mayoría civiles inocentes y entre ellos más de 13.000 niñas y niños y casi 10.000 mujeres. Nada indica que Israel haya renunciado a continuar con su política de ocupación y expulsión de los palestino, como ya hizo en 1948, en Gaza, ahora en el sur con el objetivo en la ciudad de Rafah. De momento, ha puesto en marcha un nuevo desplazamiento masivo de la población palestina de la localidad –de nuevo muchos de ellos son niños y niñas que volverán expuestos a la inseguridad y la muerte–, hacia lugares que ellos denominan seguros, pero que en realidad son zonas arrasadas por los bombardeos, excavadoras y tanques donde no hay nada, ni agua, ni comida, ni atención médica ni, por supuesto, ninguna garantía de seguridad mínima. Israel lo denomina operación de evacuación humanitaria, pero es otra vulneración de la legalidad internacional y del derecho humanitario.

Llevan a los palestinos de un lado para otro, ya sin casi nada encima, como si fuera ganado y luego los dejan abandonados a su suerte y entorpecen la ayuda internacional. Quizá me equivoque –ojalá sea así–, pero creo que todo indica que Netanyahu y su Gobierno de sionistas, ultraderechistas racistas y extremistas religiosos tienen la intención de continuar hasta el final con su operación de exterminio o expulsión generalizado de la población palestina. Y como desde hace ocho meses nadie en Occidente –el ridículo de la UE y la impotencia de EEUU son ya estruendosos–, y ni en el mundo árabe ni en ningún lugar de influencia parece dispuesto a hacer lo mínimo para impedir que siga.

Este genocidio acabará antes o después, pero lo que no acabará será el recuerdo de lo ocurrido ni el alcance de la responsabilidad de los principales protagonistas. Será imposible para el sionismo y sus muchos tentáculos políticos, económicos, financieros, etcétera encerrar en el cajón bajo llave el olvido de esta memoria y de la verdad las imágenes que han recorrido el mundo durante todos estos meses. Y ello pese al intento constante y público de impedir el acceso a la información con la prohibición de entrada a los periodistas occidentales a la zona de Gaza, el asesinato de más de 100 periodistas palestinos y como último paso el cierre de la cadena qatarí de televisión Al Jazeera, la última árabe operativa en Israel. Esas sombras, que son muchas y muy negras todas, perseguirán en la Historia a Israel inevitablemente para siempre.